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Bisontes mil años después
La Cooperativa de Agricultores de Gijón anuncia un proyecto para importar la especie europea desde Polonia, aplicarle técnicas in vitro y soltarla en los bosques asturianos
RAÚL ÁLVAREZ/GIJÓN
LA ESPECIE
Nombre científico: bison bonasus.
Descripción: los machos miden 2 metros de alto y 3 de largo. Tienen barba, pelaje pardo y son menos macizos y gibosos que el bisonte americano. Pueden pesar mil kilos.
Costumbres: viven en bosques, son herbívoros y su sociabilidad cambia con la edad. Los viejos van por libre y los jóvenes forman grupos de unos 20 individuos. Entran en celo a principios del otoño.
Población estimada: 3.000 ejemplares en Polonia y el Cáucaso.
Tito Bustillo y Altamira guardan en roca los testimonios del antiquísimo conocimiento entre el hombre y el bisonte. El animal salió malparado de la relación. Su baja fecundidad y la presión cinegética acabaron con su presencia en Asturias ya en el siglo XI, hace unos mil años, pero la especie europea acaso pueda disfrutar en pocos meses de una segunda oportunidad en la región. La Cooperativa de Agricultores de Gijón trabaja en un proyecto para reintroducir en el Principado a los gigantescos rumiantes, que se encuentran en peligro de extinción, confinados en unas pocas reservas diseminadas por Polonia, Rusia y las repúblicas caucásicas surgidas del desmoronamiento de la Unión Soviética.
La experiencia en el campo genético de los siete veterinarios contratados por la Cooperativa, que ya han trabajado con embriones, avala las intenciones de la asociación. El plan consiste en importar del Este algunos ejemplares con la intención de aplicarles técnicas de fecundación in vitro para facilitar su reproducción y su posterior introducción en ecosistemas asturianos. «Tenemos interés en ayudar a mejorar la situación de la especie. Si pudiéramos situar ejemplares en el medio rural, no sólo trabajaríamos en su conservación, sino que también lograríamos una contribución importante para conservar, además, nuestra fauna y nuestra flora», aseguró ayer el presidente de la Cooperativa, Joaquín Vázquez, al desvelar sus intenciones.
No resultará sencillo. Los factores económicos, pendientes aún del estudio de viabilidad, pueden dar al traste con todas las intenciones, aunque Vázquez confía en superar ese obstáculo, que en todo caso no sería el último. La iniciativa necesita el visto bueno y el apoyo tanto del Estado como del Principado. La asociación ya ha expuesto la iniciativa al delegado del Gobierno, Antonio Trevín, que se reunió con sus directivos para transmitir la admiración del Ejecutivo central por que una cooperativa de sus características sume ya un siglo de existencia.
Lejos de las praderas
Aunque la reintroducción culmine con éxito, las escenas de película con estampidas de cientos de animales no serán posibles en Asturias. Y no sólo porque el tamaño de la población será reducido. También porque la especie europea difiere de la americana, tantas veces filmada en 'westerns' donde a veces su nombre baila y se convierte, impropiamente, en búfalo. A los bisontes europeos no les gustan las grandes praderas ni los espacios abiertos. Son herbívoros que prefieren los bosques de árboles de hoja caduca y no se apiñan en grandes manadas. Los individuos viejos -la vida media es de 25 años- van por libre y los jóvenes nunca forman grupos de más de 20 ejemplares.
Aparte de las costumbres, el aspecto también distingue al bisonte europeo de su primo americano. Los machos llegan a medir dos metros en la cruz y tres de largo. Son más grandes que los estadounidenses, pero menos gibosos y macizos. Su pelaje también resulta más corto. Tienen cuernos cortos, gruesos y orientados hacia arriba.
La caza diezmó a la especie en Europa occidental. El último ejemplar abatido en España del que existe constancia documental murió en Navarra en el siglo XII. En la parte oriental del continente, se conservó mejor porque se consideraba un blanco reservado exclusivamente a la realeza. Con todo, tras la primera guerra mundial y el exterminio en masa decidido por los planificadores soviéticos, no quedaban vivos ni dos decenas de ejemplares. Los 3.000 que hoy pastan en zoos, reservas y parques naturales son fruto del esfuerzo de los naturalistas por evitar la pérdida total de la especie. Pero son vulnerables, porque esa consanguinidad les debilita y rebaja sus defensas, y porque su ciclo reproductivo es muy lento. Las hembras sólo tienen una cría cada tres o cuatro años.